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Hoy, más que nunca, hay que ayudar a los demás

Necesitamos abonar el terreno de la solidaridad y desarrollar la capacidad de sentir empatía por nuestros semejantes para ayudarlos cuando lo necesiten, sobre todo en esta dura época.

¿Cuáles deben ser las verdaderas ‘riquezas’ de nuestra vida durante este tiempo de pandemia?

Además de la salud, yo respondería que los mayores tesoros son: la familia, el amor, la caridad y la entrega desinteresada a la comunidad.

Y hoy, de manera especial, quiero hacer énfasis en el valor de la solidaridad, que no es otra cosa distinta a la misericordia.

Cada vez que les suministramos una ‘dosis de apoyo’ a los menos favorecidos estamos cumpliendo con una de las directrices que nos dictó Dios.

No debemos olvidar que la gente nos necesita. Miles de aplausos para los altruistas, para esos extraordinarios médicos que hoy ayudan a combatir el virus que ha infectado a sus pacientes, para los grandes sacerdotes que cumplen bien con su evangelio y para las entidades que tienen un alto grado de responsabilidad social.

También nosotros, desde nuestra propias fortalezas, podemos tenderles una mano a quien toca a nuestra puerta.

Hoy, más que nunca, necesitamos tratarnos bien, ser amables con los demás y entender que podemos ser útiles a la misma humanidad.

De manera desafortunada, a algunos les hace falta un plan de acción que les permita ser buena gente, ser unos profesionales de servicio, así como ser mejores esposos o amigos.

Y creo que serán demasiado ‘miopes’ si siguen nutriendo el defecto de no ver sino lo que más les conviene.

No pueden continuar como ciegos espirituales y estar fijándose sólo en sus problemas, sin detenerse a pensar en las angustias de sus familiares, compañeros o vecinos.

Todos debemos mirar más allá de ‘nuestras narices’ y manifestar algo de consideración por nuestra comunidad.

Vale reiterar que este tiempo de pandemia nos ha dejado claro que no sólo somos iguales, sino que además somos demasiado vulnerables.

Cuando hay una emergencia, como la que hoy nos aflige, el egoísmo debe ser desterrado de plano. En este caso se debe priorizar, además de la salud, a la solidaridad.

No podemos olvidar que todo lo que hagamos o dejemos de hacer redundará en beneficios o en perjuicios para quienes estén a nuestro alrededor.

Necesitamos más empatía, más compañerismo, más vocación de servicio y más espíritu de colaboración.

Es preciso comprender que los demás también sienten y afrontan grandes necesidades. Pongámonos en los zapatos del otro para imaginar cómo nos sentiríamos en su lugar.

También debemos tener presente que un día podremos estar muy alto, y al siguiente, por algún caso fortuito, nos tocará pararnos en el piso de abajo.

Nunca sabremos cuándo nos tocará empezar de cero.

Hoy vemos cómo muchos han tenido que hacerles una reingeniería a sus vidas, tras perder buena parte de sus inversiones y de sus sueños.

Ponte una tarea hoy: realiza un acto amable y solidario por un ser indefenso, sin distinguir a quién le das la mano. Te garantizo que la vida te recompensará tarde o temprano.

Dándose la posibilidad de ser más considerados y afectuosos acabarás con el egoísmo que tiene acaparado al mundo.

Elijamos ser buenas personas, no sólo porque Dios nos bendecirá por esta forma de ser, sino porque el servicio es una de las mejores prácticas para alcanzar la felicidad.